Magia en la mirada medieval: los dragones de Robledo.

Tienen muchos elefantes salvajes y unicornios, que son mucho más pequeños que los elefantes. Los unicornios se parecen a los búfalos en el pelaje, mientras que sus patas recuerdan a las de los elefantes. Tienen un cuerno en medio de la frente, grande y negro. Pero como arma ofensiva no utilizan este cuerno, sino tan solo la lengua y las rodillas. En efecto, tienen en la lengua espinas largas y agudas; de ahí que, cuando quieren atacar, aplastan y estrujan a la víctima con las rodillas y luego la hieren con la lengua. Tienen la cabeza como los jabalíes y la llevan inclinada; les gusta permanecer en el fango y en el barro. Son animales de aspecto muy desagradable y no se parecen en nada a las descripciones que de ellos hacíamos; en efecto, según una creencia muy extendida entre nosotros, los unicornios, se dejan prender por las vírgenes. Es justamente todo lo contrario. 

Marco Polo (1254-1324) describía de esta manera su encuentro en la Isla de Java con lo que debía de ser, según sus cálculos basados en la mitología medieval, el unicornio. Lo escribe en su Libro de las maravillas, donde relata las aventuras y descubrimientos de sus viajes hacia el Asia por la Ruta de la Seda. Lamentablemente, no era el animal que pensaban, se había encontrado con un rinoceronte, que aunque es un animal maravilloso, no luce tan delicado como el unicornio. 

Foto de: Alderua´s blog

La magia en la mirada de Marco Polo la recuerda Umberto Eco en su libro Historia de la belleza (Debolsillo, 2010). Años antes, el historiador del arte lituano Jurgis Baltrusaitis había escrito lo siguiente en su obra La Edad Media Fantástica (Cátedra, 1983): "La Edad Media no renunciará jamás a lo fantástico. Vuelve incesantemente a ello durante toda su historia" (...) destacando de esta época "su permanente dualismo, que incluso en sus investigaciones de la realidad, se evade continuamente hacia regiones lejanas y quiméricas y conserva, hasta el final, su universalidad. 

No es de extrañar, pues, que algunos de los libros que más éxito tuvieron en la época medieval fueran los famosos Bestiarios, recopilaciones, a modo de enciclopedia, de animales fabulosos que incluían descripciones pseudocientíficas y los significados iconográficos de estos, ayudando así a configurar la moral y la mirada cristiana. Cada elemento de la naturaleza era símbolo de algo, como nos indican estas palabras del teólogo y poeta francés del s. XII Alain de Lille: "cada criatura del mundo es como un libro y una imagen para nosotros, y un espejo". 

Y aquí seguimos, cientos de años después fascinados por exóticas, lejanas y mágicas historias.  Basta con echar un vistazo a la programación de las nuevas plataformas de televisión a la carta como Netflix o HBO: se siguen produciendo series de éxito mundial inspiradas en historias y leyendas medievales; superproducciones sobre civilizaciones de la Edad Media como Vikingos o la archiconocida Juego de Tronos que explora un mundo mágico basado en una compleja trama que, sin embargo, bien podría quedar en nada comparado a la realidad, viendo la magnitud de las intrigas que se sucedieron en las diferentes dinastías medievales (y no medievales) europeas. 

Desde hace mucho, al ver las gárgolas de Notre Dame o al estudiar las pinturas y esculturas del románico español, me asaltó la siguiente duda: ¿cómo es posible que en una iglesia, el espacio más sagrado de la Europa medieval, en su interior o en su exterior, se permitiese representar aquellos animales fantásticos, monstruosos, aquellas escenas tan atemorizantes y mágicas, tan aparentemente paganas? 

Esta pregunta tiene algunas respuestas, pero en mi opinión, el misterio que envuelve todo lo medieval no termina de despejarse, especialmente después del suceso ocurrido en el pueblo donde resido, a escasos metros de mi casa. 

Capitel de la Iglesia de Arenillas de San Pelayo. Palencia. S. XII.


Capitel románico en la Colegiata de Saint Pierre de Chauvigny. Francia s. XII. Foto de: https://historiasdelarteuned.wordpress.com/04f_1167/  

Robledo de Chavela, año 2012.

Sucede que en la iglesia parroquial de Robledo de Chavela, pueblo ubicado en la Sierra Oeste de la Comunidad de Madrid, tuvo lugar un sorprendente descubrimiento en el que la historia y la leyenda terminaron por encontrarse, en un brote de fantasía al más puro estilo medieval.

Corría el año 2012 cuando Carlos Martín, arquitecto de reconocimiento internacional (es el último constructor de bóvedas) y vecino de Robledo, dirigía las obras de restauración de la Iglesia de la Asunción de Nuestra Señora que afectada de profundos fallos estructurales, en parte debido al peso de las bóvedas, lo gastado de los muros y a un ataque de termitas en el estructura de madera del tejado, se encontraba a punto de colapsar. El autor de este proyecto de restauración lo describe mejor en este interesante artículo.

Debido a una mezcla de azar e intuición, como ocurren la mayoría de hallazgos de vestigios artísticos del pasado, descubrió que bajo la cal de la bóveda de la iglesia, había pinturas. El resultado ya es historia: consiguió recuperar y sacar a la luz la decoración de 74 dragones pintados al final de la Edad Media (comienzos del s. XVI según las investigaciones realizadas), siendo considerado el ejemplo de pintura tardomedieval más importante de la Comunidad de Madrid y quizás la mejor muestra de estos seres fantásticos pintada en ningún templo o monumento español.

Restauración de los dragones de la Iglesia de Robledo. Foto de: robledodechavela.es

Bóveda sobre el presbiterio de la Iglesia de la Asunción de Ntra. Señora de Robledo de Chavela Foto de: verpueblos

¿Pero, qué hacían aquellas figuras en un sitio como este?

Para responder a esto, debemos partir de la siguiente premisa: el ciudadano/a medieval cuando entraba en una iglesia, incluso ya desde fuera, se encontraba con figuras escultóricas, relieves y pinturas de temática religiosa, pero de muy diverso tipo. Encontraba imponentes imágenes de Cristo, representaciones de la Virgen o los Apóstoles, pero también figuras y símbolos del mal, del pecado y de los monstruos que  aguardaban a quien osase transitar por ese camino.
Todo esto, aumentaba el carácter ritual del proceso en el que el fiel, en su mayoría analfabeto, pueblo llano, literalmente leía aquellas escenas, como las que podía encontrar en nuestra Iglesia de Robledo, se deleitaba con unas, se sobrecogía con otras, pero sabía que el espacio de salvación se encontraba al cruzar el umbral de la puerta de la Iglesia. 

Cristo Pantocrátor de la Iglesia de Moarves de Ojeda, Palencia. S. XII.

Constatamos pues que cada figura tenía un simbolismo determinado y que este estaba muy arraigado en la mentalidad medieval, era algo que el fiel podía reconocer al momento. Como las gárgolas, figuras monstruosas muy frecuentemente representadas en el exterior de las iglesias medievales, sobre las que los expertos aceptan unánimemente su doble sentido: por un lado la función práctica de ayudar a desaguar los tejados, y por otro la simbólica de ahuyentar las energías malignas, los espíritus diabólicos que acechaban fuera del espacio sagrado de la iglesia.

Es necesario recordar que la herencia cultural de la Antigüedad clásica nutría también este tipo de representaciones en Occidente. Así pues, en la mitología griega (y también en culturas orientales como la Persa o la Egipcia) se encuentran ya numerosas imágenes y descripciones de las más variadas criaturas fantásticas: seres híbridos donde se mezclan rasgos de animales y humanos como los grifos (mezcla de león y águila) o como los centauros (cabeza, torso y brazos humanos, y cuerpo y patas de caballo), así como el legendario minotauro (cabeza de toro y cuerpo de hombre). Estaban también los sátiros (faunos para los romanos, mitad hombre mitad cabra), las quimeras (cabeza de león, cuerpo de cabra y parte trasera de dragón), el unicornio, y por supuesto el dragón. Todos ellos eran representados frecuentemente en sus monedas, en sus armaduras, en sus vasijas y platos cerámicos, o en las portadas de sus templos.

Minotauro. Copa de cerámica ática. s. VI a.C

Hércules luchando con Hydra. Vasija griega s. VI a.C

Gorgona (Medusa) rodeada de panteras en el frontón del Templo de Artemisa en Corfú (s. VI a.C.). Foto de: http://art.lostonsite.com/67021098-004/

Lo cierto es que no solo el mundo clásico sino cada pueblo a lo largo de la historia ha dado rienda suelta, a través de un amplio repertorio de imágenes a sus creencias y miedos, creando figuras que mucho tiempo después y aunque ya no las logremos comprender del todo, nos siguen fascinando. 

Figura (chamán transformado en felino) de la cultura ecuatoriana Jama-Coaque (350 - 1530 d.C.). Museo Casa del Alabado.
Foto de: mundodelmuseo.com

Los dragones de Robledo

Hablar del dragón es hacerlo de uno de los animales legendarios por excelencia.
Su origen parece encontrarse en la serpiente, vendría a ser una derivación fantástica de esta.
La palabra procede del griego drákon que significa dragón serpiente, reptil venerado y a su vez temido a lo largo de la historia y en todo el globo terráqueo. 
El término, en origen, viene de drakein (mirar en griego) en alusión a la mirada fija y paralizante de los reptiles, cualidad que paradójicamente también ha hecho que sean vistos como animales protectores, guardianes, vigilantes, "acepción muy presente ya en los mitos arcaicos griegos en los que todos los talismanes, tesoros o lugares de especial relevancia van a ser guardados por un fiero drákon al que los héroes deben vencer y al que a menudo la imaginación popular reviste de rasgos reptilianos cada vez más terribles" (dechile.net). 

San Jorge y el Dragón, Paolo Uccello, temple sobre tabla, hacia 1456.  

Podemos deducir entonces que el dragón es un animal dual, capaz de simbolizar virtudes y temores, el bien y el mal. Como nos dice Baltrusaitis "es una de las encarnaciones del diablo" y por otro lado, como refleja la tradición, es un guardián, protector de los más sagrados secretos.

Uno de los investigadores que mejor conoce la Iglesia y las pinturas de Robledo es Francisco Javier de la Fuente Cobos, quien tras una profunda investigación comparte la siguiente teoría sobre el significado de los dragones robledanos; teoría que por la solidez de los argumentos me parece la más coherente de entre todas las planteadas y por ello expongo a continuación: 
Estas figuras, a pesar de lucir terriblemente amenazadoras, fueron representadas muy probablemente para proteger el templo en su interior y concretamente para custodiar el acceso al lugar más sagrado de este: el presbiterio y el ábside. Es esta la zona (conocida como cabecera) que las pinturas cubren desde arriba y que en las iglesias cristianas tiene un profundo simbolismo, pues es el espacio reservado para el altar mayor, desde donde se ofician todos los actos litúrgicos. La cabecera de toda iglesia ha de estar siempre orientada hacia el este, por donde salen los primeros rayos de luz y desde donde empezarán cada día iluminando el templo, reflejando como se anunciaba en el Nuevo Testamento la presencia de Dios como "luz del mundo". 

En una localidad cercana a Robledo se encuentra otro ejemplo pictórico similar y muy interesante: la Iglesia de Santiago Apóstol en Villa del Prado. Allí también su altar mayor sigue estando custodiado por dragones que desde hace siglos surcan el cielo de su bóveda.

Dragones de la Iglesia de Villa del Prado (Comunidad de Madrid). Foto de: http://ceaelaguila.blogspot.com/2020/04/villa-del-prado-y-la-iglesia-de.html

Para terminar, un último detalle esclarecedor: los dragones de Robledo se disponen, al igual que en el ejemplo anterior, a lo largo de los nervios de las bóvedas que vendrían a ser sus cuerpos ( y que en su origen estuvieron igualmente pintados). Pues bien, como se puede ver en la imagen siguiente, estos nervios se unen primero, antes de cruzarse en el centro, en unas piezas llamadas claves menores y es en estas donde encontramos una pista importante, desvelada por el estudio de Cobos. Allí se encuentran representados grandes racimos de uva, uno de los elementos de significado más trascendente en la iconografía cristiana donde las uvas son, además de fruta:

"Alegoría de la fertilidad, fecundidad, juventud, vida eterna y, sobre todo, el símbolo eucarístico de la sangre de Cristo. Se obtiene así una relación litúrgica sólida que viene a formar un conjunto compuesto por el ábside , donde se conmemora el sacrificio de Cristo; las claves de la bóveda, con las uvas recordando la sangre derramada por el Hijo del Hombre y los dragones, animales muy presentes en el bestiario medieval y que en Robledo de Chavela serían custodios de la revelación anunciada quince metros más abajo". (Fco. Javier de la Fuente Cobos Iglesia de la Asunción de Robledo de Chavela. Memoria y Patrimonio. Excmo. Ayuntamiento de Robledo de Chavela, pg. 91). 

Iglesia de la Asunción de Robledo de Chavela. Foto de: ML, Comunidad de Madrid.























Comentarios

  1. Interesante explicación de los dragones de Robledo, que pueden justificar o, al menos enriquecer, una visita a este lugar.
    Gracias, Alejandro, por tu divulgación.

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