Museos después de la pandemia: algunas certezas ante el vacío
Los museos llevan años advirtiendo la
necesidad de repensarse. Han llegado hasta aquí como instituciones más que consolidadas
en el entorno cultural de cada ciudad del mundo. Son lugares que pueden
concentrar grandes cantidades de visitantes; espacios donde se pueden vivir
experiencias trascendentales y también obtener las “selfies” más
espectaculares. Pese a esto, en los últimos años han ido surgiendo varias
dificultades, llegando a poner en duda incluso la supervivencia de muchos de ellos.
Como un problema añadido, se suma ahora la peor pandemia vivida en el último
siglo, que está haciendo temblar los cimientos de países enteros, como una
trágica catarsis tras la cual, no sabemos aún qué tipo de museo emergerá.
Foto tomada de: rtve.es/noticias |
Sabemos, por ejemplo, que los aforos serán
limitados y que las medidas sanitarias básicas (mascarilla, gel desinfectante,
distancia de seguridad), han venido para quedarse, al menos por un buen tiempo.
También sabemos que el turismo, especialmente el internacional, principal
aporte de visitantes de los grandes museos, se reducirá notablemente: aunque
comiencen a abrirse fronteras entre los países que están saliendo de la crisis
sanitaria, la pandemia, lamentablemente sigue creciendo en otras áreas del planeta, por lo que el flujo turístico habitual tardará en recuperarse.
El aforo reducido es lo que notaremos más directamente, pero
también es destacable la eliminación ¿provisional? de folletos, entradas,
mapas y demás materiales, en favor de lo digital, formato en el que se volcará todo
el contenido e información del museo.
Preguntas ante un futuro incierto
Ante este panorama, se plantean algunas
cuestiones importantes para el futuro de los museos, se avecinan cambios importantes,
pero ¿cómo serán?, ¿cambiará su papel en la sociedad?, ¿cambiará nuestra
experiencia en ellos?, ¿seguirán siendo sostenibles económicamente?
Por ahora, las certezas que tenemos son escasas
y hay que buscarlas en el material de más inmediata actualidad, como ya
anticipaba Estrella de Diego (2015), “un mundo para el que aún no hay libros,
sino noticias en los periódicos”. Ella hablaba del futuro incierto del arte,
pero ahora todas las incertidumbres se han multiplicado debido a la pandemia.
La intención de mi artículo, del que habrá una continuación, es precisamente recoger algunas de esas certezas, a las que hemos
ido accediendo durante el confinamiento, a través de entrevistas, noticias, artículos
o videoconferencias.
De todos modos, si hay algún lugar al que aparentemente le va a costar menos adaptarse en la práctica a la “nueva normalidad”, será al museo: ya eran espacios bastante asépticos e higienizados, poco dados al tacto, donde predomina el llamado modelo White Cube o Cubo Blanco, una estética/concepto de museo basado en un espacio minimalista, “limpio”, de paredes blancas y abundante luz. Una estética "sanitaria", que fue aplicada ya por el MoMA de Nueva York en su inauguración en 1929 y que desde entonces han seguido tantos museos, en especial, de arte contemporáneo.
De todos modos, si hay algún lugar al que aparentemente le va a costar menos adaptarse en la práctica a la “nueva normalidad”, será al museo: ya eran espacios bastante asépticos e higienizados, poco dados al tacto, donde predomina el llamado modelo White Cube o Cubo Blanco, una estética/concepto de museo basado en un espacio minimalista, “limpio”, de paredes blancas y abundante luz. Una estética "sanitaria", que fue aplicada ya por el MoMA de Nueva York en su inauguración en 1929 y que desde entonces han seguido tantos museos, en especial, de arte contemporáneo.
La pandemia nos ha dejado datos demoledores,
como lo ocurrido en el propio MoMA, uno de los museos más ricos y visitados del mundo,
el cual ha tenido que despedir a todos sus educadores, además de a un buen
número de empleados en otras áreas del museo (Pardo, 2020), advirtiéndoles que
pasará mucho tiempo hasta que se den las condiciones para volver a contratarles.
No ha sido el único, el resto de grandes museos neoyorquinos como el Met o el
Museo Whitney, están viviendo situaciones similares.
Miguel Falomir, director del Museo del Prado, calcula “pérdidas
de un millón de euros cada quince días, sólo por las entradas que dejan de
venderse” (Riaño, 2020).
Si esto ocurre con los grandes museos mundiales, el panorama
no ha de ser más alentador para los pequeños museos, de carácter privado muchos
de ellos, cuyos presupuestos son muy dependientes de la asistencia de público.
El fin de las exposiciones de masas
Otra de las que, al menos hasta ahora, parece ser una certeza, es la idea de que nos encontramos ante el fin de las exposiciones de masas,
superventas que organizan la agenda cultural mundial y congregan a ingentes
cantidades de visitantes durante un corto periodo de tiempo.
Así lo confirman importantes voces del sector (Riaño, 2020) como Pilar
Fatás, directora del Museo Nacional de Altamira, quien abre un debate
interesante con su apunte, “quizá la ‘normalidad anormal’ que llegue será una
oportunidad para ahondar en la sostenibilidad de los museos, para la mejor
preservación de los bienes y mejor calidad de la experiencia de los ciudadanos”.
Va más allá Pepe Serra, director del Museo Nacional de Arte
de Cataluña, convencido de que la pandemia acelerará la crisis de “la carrera
absurda por las audiencias, con grandes exposiciones de muy alto coste y corta
duración, pensadas para atraer al público de forma puntual”.
Y lo corrobora María López-Fanjul, conservadora de los Museos
Nacionales de Berlín, “seguramente estemos viviendo el fin de la tiranía de los
récords de números de visitantes, a favor de una experiencia museística
centrada en el bienestar del público”, cuenta la especialista.
¿Cambiará nuestra experiencia en el museo?
Queda claro que aquellos que consigan una
entrada, disfrutarán las salas de una forma única, con sus incomodidades, pero
también con sus ventajas, ¿quién no ha pensado alguna vez en cómo sería quedarse a solas con
su obra favorita? La experiencia estética inmediata, por tanto, ya ha cambiado.
Es interesante lo ocurrido con la reapertura del Museo del Prado, que tras casi tres meses de parón forzado, ha vuelto a abrir sus puertas ofreciendo un único recorrido lineal por su icónica Galería Central, para el que han hecho una selección de sus mejores obras (anteriormente repartidas por todo el museo), una suerte de exposición temporal de lujo (de la que también se han quedado fuera magníficas obras).
Esta exposición será provisional y durará hasta septiembre pero materializa una exhibición soñada, que en otras circunstancias hubiera sido inviable. Lo corrobora su director Miguel Falomir, “seguramente, el sitio ideal de estas obras sea este, pero en circunstancias normales el público impediría el paso si así se colocaran. Con el aforo limitado, es otra cosa”.
De todas formas, con respecto a si habrá cambios importantes a medio/largo plazo, hay discrepancias en el entorno de los grandes museos. Por ejemplo, desde el Museo Thyssen-Bornemisza, su director, Evelio Acebedo, opina que “no se puede esperar un gran cambio en el modelo expositivo” (más que prácticamente los problemas de logística derivados de la pandemia). Por otro lado, Manuel Borja-Villel, director del Museo Reina Sofía, apuesta por lo contrario, ya que según él, sí “va a cambiar nuestra experiencia estética” es decir la relación del público con las obras, pero también “las formas de producción y creación artísticas” (Riaño, 2020).
En una reciente
entrevista realizada por Marcelo Expósito (2020) para la revista digital Ctxt,
Contexto y Acción, Borja-Villel afirma que, “se deberían plantear las
muestras de otro modo, pensar más en la investigación”, y hace un importante
énfasis en el papel del museo como hospital (estéticamente hemos recordado ya su
parecido), “el museo tendrá que cuidar como un hospital sin dejar de ser crítico”.
Pablo Martínez (2020) en su artículo “Notas para un museo por venir”, desarrolla esta
idea, “la propuesta del hospital es sumamente acertada en la medida en
que huya del modelo de hospital público de gestión privada (…) y se aproxime al
templo-hospital medieval que acogía a los peregrinos para su alimento, descanso
y goce extasiado”.
Nos habla, finalmente, de un museo que debería emerger apostando por lo local, honesto con sus trabajadores/as, cercano a sus visitantes, que deberían encontrar en sus paredes “un lugar en el que poder pasar el tiempo, un tiempo distinto al de la productividad y el consumo”.
Nos habla, finalmente, de un museo que debería emerger apostando por lo local, honesto con sus trabajadores/as, cercano a sus visitantes, que deberían encontrar en sus paredes “un lugar en el que poder pasar el tiempo, un tiempo distinto al de la productividad y el consumo”.
Referencias:
Almodóvar, L., Galocha, A., Seisdedos, I. (2020, 4 de junio). El Prado se reencuentra con el público con una selección de "grandes éxitos". El País. Recuperado de: https://elpais.com/
De Diego, E. (2015). Artes Visuales en Occidente desde la segunda mitad del siglo XX. Madrid: Cátedra.
De Diego, E. (2015). Artes Visuales en Occidente desde la segunda mitad del siglo XX. Madrid: Cátedra.
Éxposito, M. (2020, 14 de mayo). Conversaciones con Manuel Borja-Villel, director del MNCARS. Ctxt. Contexto y Acción. Recuperado de: https://ctxt.es/
Martínez, P. (2020, 28 de mayo). Notas para un museo por venir. Ctxt. Contexto y Acción. Recuperado de: https://ctxt.es/
Pardo, P. (2020, 28 de abril). Colapso del arte en EEUU. El Mundo. Recuperado de: https://www.elmundo.es/cultura
Riaño, P.H. (2020, 14 de abril). El museo del futuro se despide de las exposiciones de masas. El País. Recuperado de https://elpais.com/
Me ha parecido una reflexión muy interesante. Es un mundo que, para los de casa, es cercano y preocupante. Mi más sincera enhorabuena.
ResponderEliminarCreo que esta extraña época es la mejor oportunidad para que los museos se reinventen.
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