Sobrevivir al turismo
Por absurdo que esto pueda parecer, estamos cansados de ver
este tipo de situaciones a diario, en museos de afluencia masiva como el
Louvre, ciudades como Venecia o Barcelona, parajes naturales como Galápagos, o
lugares excepcionales como Machu Picchu.
Foto tomada de: viajerosenruta.com |
¿Cómo llegamos a este turismo masivo?
Tras la Segunda Guerra Mundial, el explosivo crecimiento económico de algunos países occidentales fomentaron una industria turística en auge como fenómeno de masas. Esto fue unido a la revolución de las telecomunicaciones, especialmente de la televisión que difuminó la diferencia entre realidad y espectáculo, a la popularización de las cámaras fotográficas (ni qué decir hoy con las redes sociales y los teléfonos móviles).
Estos factores afectaron al turismo cultural, que empezó un crecimiento progresivo, también al patrimonio que entró a formar parte de los destinos de este tipo de turismo, pero que inevitablemente pasó a convertirse en producto de consumo, sensible a ser convertido en muchas ocasiones en un espectáculo, empezando a medirse por su consumo, sin poder escapar a este baremo de competitividad (Prats, 1998). Poniendo con ello en riesgo aquellos valores del patrimonio que van más allá de lo material, de lo fotografiable, y que tienen que ver con la identidad de la comunidad.
¿Por qué el turismo cultural puede ser dañino para el patrimonio?
Buscando respuestas para esto, encontré una de las claves en
las palabras del consultor de la UNESCO Ciro Caraballo que menciona cómo en
varios casos los esfuerzos de los gobiernos e instituciones para proteger el
patrimonio se centran en su embellecimiento antes que en su conservación. Los
bienes patrimoniales son expuestos con datos históricos, estéticos, pero en
pocas ocasiones se identifican los valores excepcionales del bien, aquello que
lo transforma en un aporte único (2011, p.22). Es decir, priman unos intereses
de tipo económicos, comerciales, cuantitativos, y entonces el turismo se
orienta en esta dirección.
Caraballo además advertía de las nefastas consecuencias de
esto:
“Cuando
el habitante es desplazado por el visitante o el turista, la identidad del
lugar y de sus contenidos van desapareciendo paulatinamente, dejando espacios exteriormente
hermosos, pero desprovistos de vida propia, más parecidos a parques temáticos que
a lugares patrimoniales auténticos” (Caraballo, 2011, p. 40).
La propia UNESCO, en su manifiesto fundamental de la
Convención de 1972 de Patrimonio Mundial Cultural y Natural ya defendía que el
patrimonio tiene sentido si forma parte de la vida colectiva. Sin embargo,
hasta fines del siglo pasado ha primado un concepto occidental del patrimonio
que primaba lo material por encima de lo intangible, lo estético por encima del
virtual potencial que representa un bien. Así lo veíamos en la Carta de Venecia
de 1964, la cual hacía hincapié en los valores de “antigüedad, belleza,
unicidad, nacionalidad”.
Foto: Alejandro Vásquez |
¿Soluciones?
Son muchas las medidas que deben tomarse, a todos los
niveles políticos y de actuación, pero para mí es muy interesante una medida
que está dentro del propio sentido del turismo, de la manera de entender este
mundo. Se habla desde hace un tiempo de un turismo de tipo sostenible, que
persiga el equilibrio entre los distintos factores. Una revolución en el
concepto del turismo que implica también un cambio en la manera de difundirlo,
de guiar, hablamos ahora de la “interpretación” del patrimonio, una alternativa
muy interesante en la cual me quiero centrar en el próximo texto.
Referencias:
Caraballo,
Ciro. (2011). Patrimonio Cultural. Un enfoque diverso y comprometido. México:
UNESCO.
Prats, Llorençs. (1998). El concepto de patrimonio cultural.
Política y Sociedad, 27, pp. 63-76. Madrid: Universidad de Barcelona.
Por desgracia hoy día, sobre todo en los países desarrollados, todo está enfoca al materalismo y no se tienen en cuenta otros valores, para mi mucho más importantes.
ResponderEliminarMe parece que este es un tema que debería sentar a la mesa a muchos actores. Aquí en el Ecuador eso no se debate, pues ni siquiera la nueva Ley de Turismo que lleva años engavetada se trata en la Asamblea Nacional y eso me parece muy preocupante, porque no estamos generando conciencia de lo que significa realmente la conservación de los recursos turísticos y patrimoniales. El caso del Centro Histórico de Quito es el más palpable, en el que te enfrentas a algunas situaciones. Por un lado tienes a los tour operadores que ven a este sitio como un simple atractivo que debe ser mostrado y que les genera réditos económicos cuando venden los “city tours”. No escucho a ningún tour operador cuestionarse sobre la realidad de este espacio, de sus problemáticas y de las posibles soluciones. Por otro lado tenemos empresas turísticas que ven al CH como un lugar de oportunidad para montar su negocio, sea este restaurante o un hotel o hostel. Adicionalmente tenemos a los pocos habitantes que quedan y que resisten ante el abandono de parte de las autoridades de turismo y a la falta de verdaderas políticas que se encaminen a la habitabilidad del CH y no solo a la “espectacularizacion” a través de eventos masivos que no benefician al desarrollo ni al turismo y que por el contrario generan impactos negativos en el entorno. Así que hablar de turismo cultural me parece importante y que ojala la discusión se lleve a cabo en todos los sectores involucrados, tanto desde las entidades de control como Ministerio de Turismo, Ministerio de Cultura y Patrimonio, Quito Turismo, así como en los tour operadores y en las universidades o institutos de turismo.
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